Para “El último abrazo”, la fotógrafa israaelí Ifat Peer retrató a 25 madres que perdieron a sus hijos en la masacre del 7 de octubre de 2023 perpetrada por el grupo terrorista Hamás. La exposición planea una gira mundial, pero Buenos Aires es mucho más que una parada en su recorrido. “Acá Roya y Amit se conocieron y se enamoraron”, contó Sigal Schteiner Manzuri en la inauguración. Se refería a su hija Roya Manzuri y a su novio Amit Cohen, quienes asistieron al festival de música Nova y fueron asesinados junto a Norelle Manzuri, otra de las hijas de Sigal.
No es lo único que hace especial a esta ciudad; acá, la exposición incorporó tres retratos del fotógrafo argentino Maximiliano Vernazza que dialogan con las historias de las madres israelíes, sobre la base de un denominador común: el terror sin fronteras.
Vernazza tiene una larga trayectoria detrás de la cámara. Durante 23 años acompañó a Charly García, de quien tiene innumerables retratos singularísimos. Además, trabajó para la revista GENTE y actualmente es fotógrafo en el Congreso de la Nación y en AMIA. En 2011 realizó su primera exposición sobre Charly en el Centro Cultural Recoleta bajo la curaduría de Elio Kapszuk, que derivó en su vínculo con la mutual israelita.
—¿Cómo surgió tu colaboración con este proyecto y cómo viviste el proceso?
—Fue muy grato que Kapszuk, curador de AMIA, me convocara a sumarme al proyecto de Ifat Peer, porque su trabajo es muy fuerte. Primero vi sus fotos y después hicimos un zoom donde me contó su forma de trabajar: charlaba mucho con las madres, les preguntaba con qué foto querían salir, en dónde se querían fotografiar. Y esa es más o menos la forma en que yo trabajo también. Pero yo pensé que, como mis dos primeros retratos iban a ser a madres que perdieron a sus hijos hace 30 años, iba a ser algo más… rápido, pero no, también fue muy fuerte. Ambas tienen el recuerdo de sus hijos en sus livings.
Sofía Guterman —mamá de Andrea, una de las 85 víctimas fatales del atentado contra la AMIA de 1994— tiene una especie de altar con fotos de la hija, entonces hicimos las primeras fotos ahí. Pero después me dijo que conserva la habitación de la hija tal como hace 30 años; solo agregó una computadora, y trabaja ahí. Entonces hicimos ahí más fotos; salí muy conmovido con eso.
Ese mismo día fui a la casa de Graciela Linial de Furman —madre de Fabián, otra de las víctimas del atentado contra la mutual—, que me ofreció hacerle una foto con la campera que el hijo tenía puesta el día del atentado. Estaba guardada arriba en su ropero.
Finalmente, la semana pasada retraté a Sara Korin. Su hijo Abi Korin fue asesinado más recientemente —el 7/10/23, a manos de Hamás—, pero se había ido a Israel hace mucho, entonces tenía una sola foto del hijo con ella y su marido. Entonces usamos esa foto, pero me pidió que en la foto salieran también los portarretratos con las fotos de sus nueve nietos. Entonces está ella con la foto de su hijo y al costado están todos los nietos, que ayer la acompañaron en la inauguración. ¡Había un montón de chicos!

—Como espectador, la mirada de las madres en las fotos de Ifat es difícil de confrontar. Como se dijo ayer, requieren mirar con el corazón. Para vos, ¿cómo fue el momento del retrato con estas mujeres, en relación con otros retratos que has hecho?
—La habitación de una y la campera de la otra es lo que más me impactó. Más allá de eso, yo trabajé 20 años en la revista Gente, donde hicimos muchas notas de tragedias o gente que perdió familiares. Entonces, en el momento de la foto me concentro en lo que estoy haciendo, pongo una pausa en lo que pueda sentir. Solo siento la foto. Antes y después, sí. En este caso, obviamente primero les pedí permiso y les agradecí por permitirme estar en sus casas y fotografiarlas. Y después de las fotos, las abracé.
—¿Qué pensás que les pasaba a ellas mientras eran retratadas por vos?
—Yo sentí que se conectaban con sus hijos. Con las tres me pasó lo mismo. Porque generalmente es difícil para uno verse en una foto, uno no se gusta. Cuando te levantás y vas al baño, te ves en el espejo al revés. En cambio, cuando ves una foto, no te ves como te ves siempre. Entonces yo tenía miedo de que a ellas no les gustaran las fotos. Pero las tres me aclararon que les gustaron. De hecho, ayer en la inauguración, la mamá de Furman me buscó y me dijo que el gesto con que salió en la foto refleja lo que ella estaba sintiendo en ese momento.
Modestamente, tengo 30 años de experiencia en este trabajo. Pero entrar al departamento, encarar a la persona y romper el hielo, sobre todo en estos casos, es el momento más difícil. Es que no sabés con quién te vas a encontrar o si te va a dar cabida. Pero las tres me la hicieron súper fácil.
—Los textos que acompañan las fotos de Ifat, escritos por las madres, cada una responde la pregunta de “cuál es su mensaje” ¿Cuál es el tuyo?
—Estas cosas me conmueven. No las puedo entender. Como, trayéndolo acá, tampoco puedo entender la represión que hubo el miércoles acá en la plaza del Congreso. No me entra en la cabeza que nos matemos entre la gente. No lo entiendo.
Y la AMIA, ahora el 7 de octubre… Ves las imágenes sabiendo que son un 1% de las imágenes que existen. Es un horror que no puedo comprender. Y yo no soy de la colectividad, pero me parece que se despertó un antisemitismo que no puedo entender.

Artista y madre
Para Ifat Peer, el proceso creativo de la obra la interpeló “no solo como artista, sino también como una madre que fue invitada a escuchar las historias y el dolor de los otros”. En la exposición, cada fotografía está acompañada por textos escritos por las propias madres, en los que describen la esencia de sus hijas e hijos, comparten el momento en que recibieron la peor noticia de sus vidas, y rememoran cuál fue su último abrazo con ellos.
Esta exposición representa “un faro de esperanza que nos recuerda que, incluso en los momentos más oscuros, el espíritu humano posee una capacidad infinita para sanar, unirse y transformar el dolor en belleza”, dijo en la inauguración Silvio Joskowicz, titular del departamento de Emprendimientos Sionistas de la OSM. “Estamos reunidos no solo para contemplar arte, sino para abrazar colectivamente a todas las familias de las víctimas”, dijo antes de dar lugar a los testimonios de Eti Raz y Sigal Schteiner Manzuri, dos de las madres israelíes retratadas en la exposición.
Eti Raz perdió a su hijo Idan Raz, de 20 años. “La vida nos enseña lecciones que no hubiéramos querido aprender”, dijo en la inauguración. “Ojalá no hubiera tenido que aprender cómo es ser una madre en duelo. Hubiera preferido saltearme esa lección. Pero si ya lo tengo que hacer, quiero y elijo ser una buena alumna y contarles un poco de lo que aprendí. La gente tiene miedo de las madres que están en duelo. Les da miedo mirarlas a los ojos, bajan la cabeza, solo para no encontrarse conmigo. Y hoy les digo que está bien sonreírme y abrazarme. El luto no es contagioso. Yo voy a ser una madre en luto para siempre. Estoy tratando de aprender cómo ser esta madre de la mejor manera posible. Saco la fuerza desde el dolor. Una fuerza que no sabía que existía dentro de mí. Una fuerza verdadera de las madres que nos permite amar sin fronteras, y también más allá de la vida misma”.
El arte más sublime
“El último abrazo” se puede visitar hasta el 25 de mayo, de miércoles a domingos de 12 a 20 h en Sarmiento 151, Buenos Aires. Más allá de la exposición, Joskowicz dijo en su discurso que “en última instancia, el arte más sublime que podemos crear es el de una humanidad unida por la compasión y el respeto mutuo”. Todavía hay 59 personas secuestradas en manos de Hamás, y cuatro de ellos son argentinos.
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