Aunque suene extraño, la guerra y el antisemitismo no hicieron más que inflar el pecho de los realizadores judíos de América Latina. En el 2024 se tendieron nuevas redes, como el Primer Seminario para Museos Judíos de América Latina, la reunión de profesionales de arte de LAZOS México o el encuentro para artistas de Perspective Café en Buenos Aires. También se crearon nuevas instituciones: la residencia JOTA (con la argentina Mirta Kupferminc como directora artística) o la recuperación del Teatro Maccabi de Chile, que volvió a tener funciones después de 6 años. Además, se impulsaron concursos y festivales con más participantes que en ediciones anteriores. Está claro que la cultura judía florece ante la adversidad. Acá, un rescate de algo de lo mejor que vimos el año pasado.

1. Cine argentino judío en plataformas
¿Es una moda o vino para quedarse? En 2024, Netflix estrenó Descansar en paz, de Sebastián Borensztein, sobre un sobreviviente del atentado a la AMIA; Transmitzvah, de Daniel Burman, sobre una cantante ídish transexual que quiere hacer el bat-mitzvá que nunca tuvo; y El hombre que amaba los platos voladores (foto), de Diego Lerman, una biopic sobre el periodista José de Zer y cómo su experiencia como soldado israelí en la Guerra de los Seis Días influyó en su amor a los OVNIs. Además, Disney+ estrenó La noche que luché contra Dios, de Rodrigo Fernández Engler, que intenta cruzar el atentado a la AMIA con una historia bíblica. Y no se pierdan en Amazon Prime la segunda temporada de Porno y Helado, de Martín Piroyansky, que tiene solo un par menos de chistes sobre judíos que la temporada anterior.

2. Tres grandes premios internacionales
¿Cuántas producciones sobre judíos de EEUU o Europa obtuvieron premios importantes el año que pasó, marcado por un aumento del 600% en incidentes antisemitas en el Primer Mundo? No tantas; pero América Latina sí tuvo el espacio de libertad que le faltó al resto del mundo. División Palermo, la serie de Santiago Korovsky, ganó un Emmy Internacional. El nuevo libro del guatemalteco Eduardo Halfon (residente en Berlín, sí, pero su literatura es 100% latina), Tarántula, fue Premio Médici a mejor novela extranjera. Y el film adentro mío estoy bailando, de Paloma Schachmann y Leandro Koch, estuvo programado por meses en el MALBA, después de ganar Mejor Ópera Prima en la Berlinale de 2023.

3. El díptico de Tamara Tenenbaum
El ataque terrorista de Hamás del 7 de octubre de 2023 tuvo un impacto inmediato también en el arte de estas latitudes: en Buenos Aires, se suspendió la Feria del Libro Judío, se postergó el Festival de Cine Judío, y todos los eventos públicos tuvieron que reformularse. Pero también generó que muchas personas sintieran la necesidad de reconectarse con sus raíces. Tal vez por eso surgió el primer Festival de Cocina y Teatro Judío de Buenos Aires, que vino a mostrar que la exploración de cuestiones judías es algo más que vivo en el teatro porteño aunque sus resultados estén dispersos por teatros de acá y de allá. De su programación, rescatamos el díptico de obras de Tamara Tenenbaum que actualiza el mito del Dibbuk en el barrio de Once y con las Malvinas como telón de fondo. También hay que destacar a La mujer del vestido verde dirigida por Gloria Carrá, pero para eso lean mejor la reseña de Javier Winiar.

4. V Encuentro Latinoamericano de Música Judía
La Fundación Zamir celebró sus 10 años de actividad con tres días de charlas y workshops en Buenos Aires. El cierre fue una gala musical en Amijai a sala llena, que tuvo dos claves importantes. Una, la división en actos que dieron cuenta de la variedad y actualidad de la “música judía”: klezmer, jasidica, litúrgica, israelí, sefaradí. Dos, los más de 50 músicos en escena actuaron en distintas “jevrutas musicales”, creando varios supergrupos y probando que la vida judía es en comunidad, y el arte también.

5. Memorial, de Gerardo Goldwasser, en el Parque de la Memoria
El artista plástico uruguayo Gerardo Goldwasser llegó a la Sala PAyS del Parque de la Memoria de Buenos Aires luego de haber participado de la 59° Bienal de Venecia. La obra central era un muro de moldes de paño negro que dialogaba con el Monumento a las Víctimas del Terrorismo de Estado ubicado a pocos metros de la sala. Estaba inspirado en el manual de sastrería alemán que le legó su abuelo, que logró salvarse de Buchenwald confeccionando uniformes. Pero la guerra entre Israel y Hamás vivía sus primeros meses durante el transcurso de la exposición, y quienes veníamos de ahí evocamos, en el assemblage de lo que en definitiva eran fragmentos de ropa negra, otras masas y otros tiempos, como la transición (ay, abrupta) de las deguel shajor (banderas negras) contra Netanyahu a las remeras negras y rojas del Foro de Familias de Rehenes y Personas Desaparecidas.
Menciones especiales
Nos gustan los números redondos, pero nos quedamos algo cortos; por eso agregamos algunos extras, como las actividades de Cultura Klezmer, el barco comandado por Paloma Schachmann que está formando a las nuevas generaciones de músicos de la región. Y la novela Ruth, de Adriana Riva, sobre una anciana tan lúcida como inimputable que llegó a los podios de ventas desplegando una mirada llena de humor y amor sobre las viejas judías paquetas. También Chingos de Changos, el álbum del mexicano Carlos Metta que es un carnaval onírico e inclasificable, realizado a partir de 15 años de grabaciones de campo clandestinas alrededor del mundo. Y Patria y familia, la primera novela del todoterreno Sebastián Wainraich, donde encarna a un político bien hijueputa. Y ya sabemos, deberíamos haber hecho un top 10.
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AJLA es una organización independiente, apolítica y sin fines de lucro dedicada a consolidar una red plural de agentes culturales vinculados a la comunidad judía en América Latina e impulsar la industria cultural de la región.
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