“El proyecto nos trasciende a todos”

1. Una hora modo avión: Mi método para escribir consiste en una pequeña rutina: comienzo con meditar y luego pongo un cronómetro que sonará en una hora, durante la cual escribiré sin interrupciones y sin juzgar. La regla implica que no puedo hacer otra cosa, ya sea lavar los platos, mandar un whatsapp, bajar a comprar algo, hacer un llamado, nada. Solamente escribir hasta que suene la alarma. Hay veces que me sale más fácil y otras que me cuesta más. Llegué incluso a dejar el celular en otro cuarto para no tentarme. Y así, con la suma de miles de horas en modo avión, fue naciendo cada proyecto.  

2. Terapia: Concibo la vida como un viaje al interior: todo lo que creo y la manera en la que lo hago es un reflejo de lo que estoy siendo por dentro. Fue en terapia donde decidí que quería ser artista y guardar mi título de economista en un cajón. En terapia aprendí a seguir cuando las cosas no me salían, cuando se encendían las alarmas diciéndome que no estaba lista, que no podía, que no servía, que otros lo harían mejor. En terapia, un día en crisis, le dije a mi terapeuta que no sabía lo que quería hacer de mi vida. Y él dijo: “Fijate si podés escribirlo en esta hoja”. Estuve un rato largo en silencio hasta que me animé a escribir: ARTISTA. Era un hecho, a mis 28 años, después de incursionar en las artes escénicas durante una década, mis hobbies se iban a convertir en profesión.

3. Las influencias: Una de las cosas más hermosas de la vida es acercarme a una obra que me inspira. Mi planta naranja lima fue el primer libro que me regaló mi mamá y el primero que leí (hasta las lágrimas) sin que fuera una obligación para la escuela. Cruzarme con historias que me hacen pensar que la vida -con sus idas, sus vueltas, sus dolores- es hermosa y está llena de magia, me recuerda cómo estamos todos conectados. Como me pasó también al ver This is us, o en teatro con Fuerza Bruta y Un Hueco, dos obras que me tocaron el corazón y me llenaron de entusiasmo. Es injusto nombrar sólo algunas, pero es egoísta no compartirlas. Muchas de las obras que ví y leí me transformaron, sin duda, para siempre. Y esa es una gratitud infinita.

4. La red: Cuando creo, mi familia y amigos crean conmigo. Los que donan vestuario, los que ponen guita cuando armamos un cafecito, los que traen a las funciones hasta a los primos lejanos, los que comparten en redes los flyers, los que abrazan cuando estoy nerviosa, traen algún regalito o preguntan ¿te ayudo en algo? Cuando la familia y los amigos están es una manera de decirme:  “Hacelo, nosotros confiamos en vos”. 

5. Los maestros: Tuve muchos maestros que me formaron y marcaron profundamente, pero hubo dos puntos de inflexión en mi carrera: el seminario de dramaturgia y puesta en escena que hice en Ecuador con Aristides Vargas y el entrenamiento en Teatro I que hice con Helen Marcos en México. Con Artístides fueron quince días dedicados a crear junto a otros colegas. Escucharlo a él, entender sus procedimientos de creación… todavía me emociona pensar en esos días. No solo aprendí muchísimo, sino que también me llevé un primer esqueleto de La Papa, la obra donde cuento el proceso que viví cuando mi hermana se hizo ortodoxa (ya vamos más de cien funciones en cuatro años). Y en México, Helen nos convocó y becó para aprender su técnica, con la propuesta de abrir nuestras compañías, cada uno en su país, utilizando lo aprendido.  Fue el empujón y la motivación que necesitaba para fundar La Caja Negra Argentina.

6. Las colegas: Es con quienes compartimos ideas y estrategias de gestión, charlamos nuestras frustraciones, damos devoluciones de nuestros proyectos, pasamos contactos, celebramos logros y miles de etcéteras. Sin colegas todo sería cien veces más difícil, aburrido y solitario. ¡Las amo! (también hay hombres).

7. Tomar riesgos: Mientras escribía La Papa, en muchos momentos sentí miedo de ofender a mi hermana o a cualquiera que comparta su manera de ver la vida. Pero al mismo tiempo, tampoco quería ser tibia, porque había cosas que sentía la necesidad de decir, de nombrar. Un día abrí el Word y me puse en grande y en rojo al principio de todo: “Estoy corriendo riesgos”. Fue una manera de recordarme, cada día, al sentarme a escribir, que debía trascender mi propio límite. Era cuestión de dar el salto y confiar. Porque sin confianza nos quedaríamos eternamente caminando los surcos conocidos.

8. El equipo: Desde mi experiencia, el primer paso es elegir a las personas justas para cada rol. Luego, es fundamental que el grupo tenga claro el objetivo que compartimos y que cada uno sepa cuáles son sus tareas. Trabajo mucho en que cada integrante confíe en el proyecto y en mis decisiones como líder, que siempre incluyen mucha escucha de las necesidades y opiniones del equipo. Es importante que cada persona se sienta a gusto y que todos elijamos ser parte del proyecto. Y cuando alguien agotó su tiempo, hacer el cierre que corresponde. Me gusta pensar que las decisiones que tomamos son pensadas siempre respondiendo a la pregunta: ¿Qué es lo mejor para el proyecto? Porque eso es lo que nos trasciende a todos.

9. Entrenar mi liderazgo: Hace varios años trabajo con Pato Aisenberg, una consultora que me ayuda a mejorar como líder, entender mis prioridades y aprender a delegar. Pato —cuyo acompañamiento fue un pilar para liderar el Festival de cocina y teatro judío de Buenos Aires en 2024— me enseñó a tener compasión con los errores de la primera vez y que las organizaciones que más hablan son aquellas a las que mejor les va. 

10. El deseo: Cuando la cosa se pone difícil, cuando el proceso se traba o tarda más de lo que me gustaría, lo que me sostiene es el deseo, el amor por crear, por decir, por compartirme. Todo está sostenido por el amor y por la confianza en que hay cosas que se acomodan con el tiempo pasar.

La Papa, de Natalia Slovediansky, se presenta en una función especial el 5 de marzo en el Paseo La Plaza.

  • Natalia Slovediansky (Buenos Aires, 1986) es actriz, dramaturga, docente y productora teatral. Su formación incluye actuación, teatro físico y teatro playback, danza contemporánea, dramaturgia, canto, acrobacia, yoga y astrología. Su carrera como dramaturga comenzó en 2018 con el unipersonal Deconstrucción de una identidad y llegó a su punto alto con La Papa, donde también actúa y con la que transita su cuarta temporada en el teatro Timbre 4. En 2024 dirigió la primera edición del Festival de Cocina y Teatro Judío de Buenos Aires.

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