“Migrar te da la posibilidad de reinventar tu vida” 

Andrés Tacsir es muchas cosas —economista, periodista, escritor, editor—, pero hay una faceta de su vida que lo marcó para siempre y sobre la que construyó su obsesión artística: durante x años, fue inmigrante. Entre 2001 y 2017, vivió en Madrid y Londres. De regreso en Argentina, fundó Equidistancias, una editorial dedicada a “escritores de habla castellana que han elegido vivir en culturas diferentes a la propia”.

Pero ya antes de la editorial se preocupaba por el choque de culturas que la migración desencadena, y así llegó a coordinar grupos de lectura argentina y latinoamericana, e incluso a filmar un documental sobre jugadores de truco en Londres. Mientras tanto, escribía un libro de cuentos sobre inmigrantes, que, diez años después de escrito, se publica bajo su propio sello editorial.  Es la frutilla del postre de los 40 libros que conforman su catálogo de voces migrantes. 

Los cuentos de Oportunidades y sus migrantes —latinoamericanos, judíos y no judíos— contrastan con la visión idealizada de lo que significa emigrar a los países ricos. Para Tacsir, la experiencia de vivir afuera es “una máquina imparable” que lleva a que los inmigrantes “reflexionen sobre su pasado, se obliguen a releer sus decisiones, magnifiquen culpas sobre los dejados atrás, teman por las dificultades para hacer una nueva vida y, tengan despiertos el sueño (o la pesadilla) del retorno”.

¿Qué relación hay entre migración y literatura? ¿Cómo se actualiza la figura del judío errante en la literatura y la labor editorial de Tacsir? Conversamos con el autor para conocer más sobre su recorrido y las oportunidades que abre el irse y volver.

¿Cuáles son los vectores que definen el impacto que tuvo sobre vos la experiencia migratoria?

El libro es anterior a la editorial. Yo me fui de Argentina a mediados del 2001, antes del estallido de la crisis. Viví unos años en Madrid y después  unos 15 años en Londres. 

Durante mi tiempo en Inglaterra, traté de poner sobre la mesa la cultura de nuestra migración. Ahí no hay muchos latinoamericanos, y la comunidad está más o menos desordenada, en comparación con lugares  como España o Estados Unidos. Entonces, organicé grupos de lectura, hice un pequeño documental sobre argentinos jugando al truco en Londres,  y también empecé a explorar la escritura. Toda mi vida había escrito, pero no en forma tan ordenada. Y lo que me motivaba era relatar la experiencia de la inmigración, que no siempre es entendida. Está la idea de que la migración es un camino de rosas. Pero como todo proyecto de vida, tiene muchas cosas buenas y otras malas. 

En Londres trabajé en este libro, que fue el puntapié inicial para pensar la editorial. Equidistancias nació después, cuando ya había vuelto a Buenos Aires, y me di cuenta de lo que significa vivir afuera: a veces, estar desconectado y que los hilos que uno tiene se vayan haciendo cada vez más débiles. 

Entonces pensé que una editorial focalizada en inmigrantes podía servir. Pero trabajamos mucho en cómo caracterizar a los escritores. No queríamos usar la palabra “inmigrante”, que en Europa está muy asociada a lo ilegal (y ahora en Estados Unidos también). La palabra “exilio” está asociada a lo político, particularmente a las experiencias del cono sur en los sesentas y setentas. “Diáspora” tiene también otro significado. Entonces decidimos poner “escribir afuera”; que es un espacio más indefinido, y eso nos pareció interesante. 

Este libro lo escribí íntegramente estando afuera. El tema común que lo atraviesa es cómo uno va construyendo su cabeza a medida que se va convirtiendo en un inmigrante, y cómo el pasado y el futuro se reconstruyen de diferentes formas durante el proceso. Ese pasado uno lo imagina distinto en función de lo que va viviendo. Lo que pensabas que fue tu cultura en la niñez, o tus experiencias el primer día de llegar a tu nuevo país, es muy distinto de cómo reconstruís eso diez años después y en otro lugar. Y lo mismo sobre el futuro. Hay cierta idea al llegar afuera: “Estoy acá por un tiempo y me vuelvo si no me gusta o no me adapto”. Y poco a poco ese futuro se va convirtiendo en presente, hasta que estuviste más tiempo afuera que adentro.

Entonces este libro tiene diez relatos que suceden en diferentes lugares y con diferentes personajes, pero están atravesados por este eje común que es cómo el inmigrante se va pensando a sí mismo. 

Y también con cuánto uno se anima a decir. El primero de los relatos es sobre alguien que, aunque aparenta haberse ido por un accidente, en su silencio hay un trasfondo que revela al final una historia que tiene que ver con la dictadura. Es un tema que me encanta, el de la inmigración y la mentira, y creo que también el libro está atravesado por eso. Hay todo un mundo que es la posibilidad de reinventar tu vida al ser inmigrante, lo que me parece fascinante.  

En relación con este personaje, Leonardo Zenkman —que publicó en Equidistancias, una antología de escritores migrantes judíos latinoamericanos— distinguía en una entrevista para AJLA a los exiliados políticos de su época, de los nómades digitales de la actualidad. ¿Hay para vos una diferencia clara entre esos tipos de migrantes? ¿Cómo se reflejan esas motivaciones en tus relatos?

Yo me fui en octubre de 2001, por razones diferentes a la crisis que en ese momento motivó a la mayoría de la gente a irse. Yo era muy joven, estaba empezando mi carrera profesional y tenía un trabajo muy bueno. De hecho, cuando llegué a España ganaba un tercio de lo que ganaba en Argentina. 

Pero cuando llegué a Madrid me encontré con un abanico gigantesco de inmigrantes. Uno tiende a pensar que los otros son como uno. En España me movía en un ámbito universitario —estaba haciendo mi doctorado—, entonces pensaba que todos los inmigrantes eran así. Me llevó dos semanas ver que no, que cada argentino que conocía traía atrás una historia bien distinta. Y muy cargada, con dramas absolutos. Recuerdo algunos chicos con los que he convivido dos o tres días en alguna casa compartida, que a las semanas se volvían porque no resistían o no tenían los recursos. Mil historias diferentes. 

Ahora bien, además de esa generación del 2001, empecé a encontrar inmigrantes argentinos de diferentes capas geológicas. Argentina es un país que ha expulsado a mucha gente, así como la ha traído en otros momentos. Y cada uno te habla de una Argentina distinta. Cuando hicimos el documental, en las mesas de Truco, veía a un tipo que se fue en los sesenta y que te hablaba del peronismo como la resistencia, y al lado otro que en los 2000 pensaba en el peronismo solo como menemismo. Las referencias culturales y políticas, el vocabulario que cada uno usa, es todo otro universo, como Argentinas distintas que no se hablan entre ellas. Y en el libro eso está presente. 

¿Cómo construiste esos personajes? ¿Te inspiraste en personas e historias que conociste, o creés que vos como inmigrante tenías algo de cada uno de estos personajes?

Cuando uno está afuera, no sé si se inventa todos los posibles personajes que uno puede ser, pero sí está más presente la idea de anonimato, y en el anonimato uno puede explorar diferentes cosas. Cómo relatar su propio pasado o cómo imaginar su futuro. O cómo hablar de la lengua que ya no se usa. 

En España me encontraba argentinos que a las dos semanas de vivir ahí usaban todas las palabras españolas. No eran naturales, porque “autobús” no te sale después de decir “colectivo” durante 25 años, pero hay un esfuerzo por construir un nuevo personaje. 

También creo que, cuando uno está afuera, es fácil estar con las antenas paradas para ver muchas cosas. En particular, me tocaron una Madrid y una Londres extremadamente cosmopolitas. Te permitían ver a personas de muchos lugares distintos, y también a muchos argentinos distintos. Era un campo muy fértil para ver y para imaginar; son lugares donde muchas cosas empiezan a ser posibles. 

¿Cómo fue publicar el libro en tu propia editorial? En esos casos —o el de un curador/a que se incluye en su propia exposición colectiva, por ejemplo—, como lector es interesante lo que revela sobre las motivaciones y la mirada que luego imprime sobre su proyecto curatorial. Pero también implica cierta falta de una estructura de validación primaria. Además, a veces es más fácil hacer promoción de otros autores que de uno mismo.

Sí. Para decirlo en español, me daba mucho “corte” publicar este libro; de hecho, postergué la publicación mucho tiempo, porque justamente no estaba del todo cómodo con eso. Pero nunca dudé de la calidad del libro y a mi socio, Enrique Zattara —que está a cargo de leer los manuscritos que recibimos y eventualmente trabajar con el autor para mejorarlos—, siempre le gustó el texto y me incentivó a que lo publicase. Pero incluso soy tímido al usar toda la maquinaria de promoción que tenemos, porque es mi propio libro y lo quiero mucho, pero al mismo tiempo no le quiero dar más importancia que a los otros. 

Ahora bien, en nuestra editorial estamos intentando traer nuevas voces. Y estamos orgullosos de que empezamos a tener un catálogo muy diverso. Empezó en forma tímida y ahora estamos recibiendo tres manuscritos por mes, que para nosotros es una cantidad importante. Y nos llena de orgullo el hecho de que refleje la pluralidad de las experiencias migratorias. Con Equidistancias no solo queremos ayudar a que sean leídos aquellos que están afuera, sino mostrar que estar afuera es una experiencia compleja con diferentes personas, cabezas y estéticas. Y este libro es una piedrita más en la construcción de ese camino.

Nos conocimos en un taller de literatura judía (a cargo de Jordán Raber) donde tu pregunta insistente era qué hace que cierto libro en particular sea judío o no. ¿Hay algo de Oportunidades que lo hace judío?

Desde que empezamos ese taller me pregunto todo el tiempo cómo sería leído este libro ahí.

Explícitamente hay alguna que otra referencia, pero marginal, en personajes que son judíos, pero podrían no serlo porque no es esencial a la trama. A lo mejor sirve para reforzar algo, como alguna diferencia en la percepción de los judíos en España. 

Pero creo que hay algo más. Cuando presentamos Andanzas. Trilogía autobiográfica de Alicia Dujovne Ortiz en la comunidad Bet El, ella dijo: “Yo creo que este es un libro judío, no porque mi padre haya sido judío —su madre es católica, de la aristocracia entrerriana—, sino porque es un libro que me obliga a preguntarme todo el tiempo quién soy. Y me parece que eso es lo más judío del mundo”.

Y creo que en Oportunidades de alguna forma se resume la pregunta de quién soy, o cuál de estos soy. Hay un poco de cada uno de los personajes en mí mismo, y todo lo mío está reflejado en ellos. Creo que el libro es una reflexión sobre lo que somos y lo que podemos ser y hacer. Y me parece que el judaísmo abre las puertas a esa reflexión. Entonces creo que sí, que es un libro de identidad judía.

  • Agustin Jais

    Agustín Jais (Buenos Aires, 1985) es artista y diseñador. Fundó el Club Cultural Matienzo, donde fue curador de exposiciones y director artístico de festivales y programas de residencia. Trabaja como consultor para organizaciones dedicadas a la educación judía y la inclusión social. Fue speaker en congresos internacionales, traductor de inglés y hebreo y docente de arte y cultura digital. Vivió en Jerusalem entre 2020 y 2023. Es presidente de AJLA.

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