“Mabel nace en un momento de jolgorio”

MABEL es DJ, performer y artista visual. Figura clave de la escena queer porteña, pasó por festivales como Lollapalooza y Cosquín Rock, creó obras que cruzan performance y artes visuales, y ahora presentó su primera muestra individual en ArteBA. Su trabajo habita comunidades diversas —la queer, la judía, la artística— y en todas despliega un mismo gesto: mezclar lenguajes, símbolos y cuerpos para abrir preguntas.

Conversamos con ella en el stand de Hipopoety, la galería dirigida por Delfina Bustamante  y Ramiro Birriel. El bullicio de la feria, la excitación de la performance y los saludos de quienes se acercaban a felicitarla fueron el telón de fondo de nuestro encuentro. Sentadas a un costado del espacio, quedó claro que cuando Hipopoety se define como un proyecto colectivo, afectivo y queer, no es un eslogan vacío: es la descripción de algo que está vivo. No por casualidad, la galería recibió el Premio En Obra de arteBA 2025 en la categoría Curaduría, un reconocimiento que subraya la relevancia de su propuesta dentro de la escena contemporánea.

Foto: Nicolás Dodi

Bat Mitzvá y el judaísmo desde adentro

—Una observación que surge de tu obra es que la dimensión política de tu identidad queer parece ser disruptiva de la heteronorma. Sin embargo, lo judío en tu arte parece operar de forma distinta: cuestiona el status quo del judaísmo, pero desde adentro. ¿Cómo vivís esa diferencia en tu práctica artística? ¿Es un diálogo más íntimo, un cuestionamiento desde la pertenencia?

—Creo que en lo que se trata de mi forma de ocupar los espacios, mis espacios, por ejemplo de trabajo, las cabinas cuando me invitan a tocar, las fiestas, los festivales, las fechas, en esos casos sí tomo una posición más política y quizás más, no de combate, pero más de pisar fuerte para poder hacerme escuchar. Pero en lo que se trata del judaísmo y de poder hacer ciertas preguntas o cuestionamientos, no busco hacerlo de una forma tan violenta. De hecho, para preparar esta exhibición hablamos mucho con Nicky [La coleccionista y curadora Nicole Moises], porque justamente yo no quería que se que se lea como una falta de respeto o un intento de molestar, sino que lo que quería hacer era generar una nueva pregunta que parte de mi idea y de mis interés por el judaísmo. Pero bueno, yo siempre me pregunto, quizás alguien en relación a la obra Bat Mitzvá piensa que estoy haciendo un sacrilegio. Yo lo que siempre quiero dejar en claro es que a mí no me pasan cosas negativas con el judaísmo. Por el contrario, tengo muchos intereses pero siento que tengo que correrme de los lugares desde donde se me enseñó el judaísmo y encontrar nuevos lugares.

Foto: Ramiro Birriel (cortesía Hipopoety)

En Bat Mitzvá, Mabel intervino el fragmento de la Torá que leyó a los 13 años, dejando la huella de su maquillaje. En la entrevista que le dio a la Revista Cerúleo explicó que era su manera de “avisarle al judaísmo que ahora soy mujer”. Lo que en la adolescencia fue rito de pasaje masculino, en la obra se convierte en una nueva inscripción femenina, deseante, travesti. No es demolición ni blasfemia, sino un desplazamiento: mover un símbolo de lugar para abrir preguntas sobre cómo habitamos lo heredado. Ese gesto se ilumina con la noción butleriana de lo performático: el género no es destino dado, sino algo que se constituye en el acto, en este caso como performance artística que reescribe la tradición.

—¿Tuviste repercusiones?

—No. Cuando la mostré por primera vez en Hipopoety, se me acercó un coleccionista muy interesado, quería saber: se lo expliqué y entendió. El resto de las personas que lo vio casi siempre preguntan desde un lugar de desconocimiento, pero nadie desde un lugar de haberse sentido ofendido. Fue lindo compartir esta obra y hablar sobre ella, mostrarle a la gente mi forma de ver el tema, de entenderlo y de pensarlo también.

—¿Considerás que reivindicar tu identidad es un acto político?

—A veces simplemente existir ya es muy político. Siempre lo fue, creo que hay momentos en los que vuelve a tener más sentido poder pronunciarse, como hoy en día. Hablar de mi identidad y expresarlo con orgullo creo que es algo inherentemente político. No por mí, sino por ellos. Nosotras solo queremos estar tranquilas, trabajar, tener un techo y ya. Pero de golpe hay momentos en los que se hace más difícil y entonces hay que volver a decir lo obvio. Y quizás lo obvio es decir: soy esto y hago esto, me gusta esto y vivo así. Y eso es todo, ¿no? No molesto a nadie. Pero a veces hay discursos que quieren borrarlo, entonces es importante poder volver a decirlo.

—¿Volver al judaísmo viene antecedido por haberse salido del judaísmo?

—Sí, totalmente. La verdad es que en algún momento para poder descubrirme, como la travesti que soy hoy, como artista y en un montón de otros aspectos, necesité alejarme un poco. De los preceptos y de la comunidad también. De la comunidad no por un tema de religión sino porque me sentía juzgada, como si se esperara algo de mí o de quién era o que se me estaba mirando. Entonces, encontrando otros círculos de amigas y de personas como yo fui pudiendo explorar más quién soy y por eso justamente hoy en día tengo ganas de volver a reconectar con un judaísmo desde una intención personal. Si bien todo esto que me enseñaron es el judaísmo, yo sé que hay más. Sé que puedo descubrir más todavía que me va a gustar y que el judaísmo puede ser mucho más de lo poco que me enseñaron. Y puede ser mucho más amplio y puedo generar cuestionamientos. No por eso dejo de ser judía o de tener una conexión con eso. Justamente lo que más desarrollo en la muestra son los símbolos. Hay algo de la tradición y de los símbolos del judaísmo que son tan hermosos y tan mágicos, y me siento tan vinculada a ellos que los quiero volver a poner en otro contexto, sacarlos de un lugar y ponerlos en otro y combinarlos. Ese elemento simbólico siempre me hace volver a lo judío.

—Es importante para vos.

—Sí, me genera recuerdos de cosas que me gustan y también es un imaginario que me encanta. Como algunas películas que remiten a la cultura judía o lo judío contemporáneo, esas cosas me vuelven loca. Hay una película, Shiva Baby, que me parece increíble, es de mis películas favoritas porque reimagina lo judío desde un lugar como súper contemporáneo y súper actual.

Foto: Ramiro Birriel (cortesía Hipopoety)

Effy Beth y el linaje del arte judío queer

—Pensando en un “linaje” de arte judío queer latinoamericano, es imposible no hablar de Effy Beth. Vos misma identificaste como un punto de quiebre cuando conociste su obra. Ella pensaba lo judío y lo queer desde el cuerpo y desde sus límites. ¿Qué pensás que continuás de su gesto? ¿Y qué sentís que estás abordando desde otro lugar en otro contexto, en una época “post- un montón de leyes que ampliaron derechos”?

—Lo que más tomo de ella, lo que más me interesa de su práctica es la forma en que trabaja el impacto a través del símbolo. En sus performances y en sus dibujos hacía énfasis en una pregunta a partir de un símbolo. No necesita de muchas cosas para decir lo que quiere decir. Simplemente es una pregunta que se hace con un elemento. En la performance que hizo en la Marcha del Orgullo con las tijeras cuando alguien la miraba las bajaba como si se fuera a cortar el pito. Hay algo de ese gesto como mínimo que me parece que encapsula muy bien muchas cosas. Eso es lo que trato de tomar de ella en mi performance y en mis obras: ese gesto, buscar esa simplicidad para generar un cuestionamiento. Por otro lado, ella va al quiebre, al límite. Yo tuve mi momento de hacerlo, pero siento que estoy corrida de ese lugar. Si bien busco un impacto, me gusta más pensarlo desde lo cómico. Busco correrme de ese lugar de seriedad. El cuestionamiento está pero en ciertas obras busco también reírme un poco de todo. Aparte Hipopoety es una galería muy cómica y me siento muy inspirada también por mis compañeras para no tomarme todo tan en serio y poder hacer lo que hago y reírme de eso e invitar a la gente a reírse porque me encanta el arte que es así.

En Testo Yonqui, Paul B. Preciado aporta otra clave: el cuerpo como campo de experimentación política. Effy Beth lo llevó al límite, con gestos que ponían en juego la violencia de la norma sobre la carne. Mabel, en cambio, hereda esa potencia pero la lleva hacia la risa, hacia la fiesta, hacia lo colectivo. Donde Effy expuso la herida, Mabel ensaya la posibilidad de una comunidad que goza y se ríe, sin dejar de ser radical en su gesto.

La política de la fiesta

Foto: Ramiro Birriel (cortesía Hipopoety)

—Leí que decías que pasás música para colectivizar un sentimiento, para que todos sientan eso que vos sentís cuando escuchás la música que te gusta. Y también dijiste que tu idea del éxito no es un éxito individual, sino un “ganamos todas”. Aparece esta idea de utopía como victoria compartida. ¿Cómo sentís que eso se plasma en tu obra?

—Para mí es muy importante, por ejemplo, haberla traído a Dariana Hot, la persona que protagoniza el video “Noche divina dancing diva» que es parte de la muestra. Dariana es una chica trans, prostituta de La Plata, es un artista del carajo pero habita otros espacios. Y para mí era hermoso poder traerla acá y mostrarle “Mirá, lo que vos hacés es OBRA. Está acá. Vale. Se vende en dólares”. Me gusta incorporar en mis proyectos a la gente que admiro por lo que hace, que mucha gente quizás lo llamaría “un arte menor”. Que ella agarre un micrófono en una fiesta y que hable, que diga lo que piensa y lo que le pasa, para mí es arte, a mí me conmueve muchísimo. Yo creo que esa es una forma en la que se manifiesta ese deseo de colectivizar. Ayer fue muy especial porque ella vino y vio la obra. Y vino con sus amigas y estaban todas muy contentas. Algo de eso también me hace entender el valor político de ponerla en ese lugar y mostrarle el valor de lo que hace.

Mabel junto a Dariana Hot en ArteBA.

La risa como origen y utopías por venir

—Volviendo a esa idea de linaje de arte judío queer latinoamericano, ¿pensás que es algo que existe como tal o que estás de alguna forma ayudando a fundar? ¿Encontrás algo parecido a una escena a nivel local o a nivel regional?

—Estoy simplemente sumando, es algo muy nuevo ese cruce y estoy siendo de las primeras que lo están explorando pero también es algo que se viene dando internacionalmente. Lo veo también afuera. Todavía no hay nada como una escena así como tal pero creo que vamos camino a encontrarnos, como que nos estamos viendo. Como “Ah, está tal en Buenos Aires”.

—¿Qué artistas que trabajen en esa línea te interesan?

—Bueno, me gusta mucho la directora de Shiva Baby, Emma Seligman. También me conmovió Transparent. Me conmovió muchísimo. Y la verdad que conecté mucho. Un día me la pasé llorando después de un capítulo en el que una de las hijas de la protagonista reconecta con toda la historia del Instituto de Estudios Sexuales de Berlín. Ali [el personaje interpretado por Gaby Hoffmann] tiene una regresión a cuando se quema toda la biblioteca, y su tía trans vive ese momento y esa quema de documentos. Vinculó muy bien esta idea del trauma que nos queda a los judíos del mundo por la Shoá con algo que también es un trauma, una pérdida real. El otro día hablaba con una amiga trans que vivía en Berlín y me dijo, realmente fue una pérdida para la comunidad queer porque eran avances y estudios que se estaban generando y de repente prendieron todo fuego. Es mucho lo que se perdió y no sabemos qué cosas podríamos haber llegado a ver ahí. Ese cruce me interesa muchísimo.

—La galería, la fiesta de música electrónica, tus públicos son diversos. ¿Cuál es tu mensaje para cada uno y cuáles son los mecanismos que elegís en cada situación?

—El mensaje de base para mí es siempre disfrutar y darle a la vida un sentido lindo. Poder atravesarla riéndose y disfrutando de lo que una hace. Con la música también trato de hacer eso y, como dije, pararme y empezar por decir acá estoy, acá estamos. Es un mensaje que trato de dejar siempre, generar ese impacto. Más allá de lo que a mí me interesa de la música, los estilos particulares que me gustan. Pero en general hay algo de pisar fuerte.

—Aparecen la risa y la música como refugios, ¿es un hallazgo novedoso para vos?

—Siempre tuve una conexión particular con la música pero en el último tiempo le fui tomando el gusto y entendiéndola como algo propio, algo personal. La risa siempre estuvo y en el último tiempo me fui encontrando más con ella. La fui redescubriendo, con la intención de explorarla más y de animarme más a eso. Yo empecé como artista drag y mi nombre Mabel apareció en una tarde de risas. La primera vez que me montaron, me empezaron a decir “Mabel, Mabel”, apareció desde la risa y ahí quedé. Fue el nombre el que al final me eligió a mí. Mabel nace en un momento de jolgorio.

*Foto de portada: Valentina Cuesta

  • Maia Minovich

    Es gestora cultural con más de 15 años de experiencia en el sector independiente y público. Fue co-fundadora y Directora de Contenidos del Club Cultural Matienzo, y participó en la creación y producción de numerosos proyectos artísticos emergentes. Se desempeñó como asesora en el Ministerio de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires. Actualmente está al frente de MAM, una consultora en gestión y comunicación para industrias creativas, dirige el área de Comunicación del Centro Cultural 25 de Mayo, y es Directora Ejecutiva de AJLA.

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