La voz de una generación

A Tamara Tenenbaum la conocí una noche en el Club Cultural Matienzo cuando se proyectó en pantalla gigante el capítulo final de Girls, la serie de Lena Dunham. Fue antes de esa ola feminista a la que gran parte de mi generación se subiría. Aunque aún sin marco teórico, algo de eso ya se palpitaba: necesitábamos encontrarnos entre mujeres y pensarnos de nuevo. Esa vez con la excusa de rendirle culto a una ficción que tematizaba los vínculos y las preocupaciones de una forma moderna que resonaba con nuestra identidad como nunca antes nos había pasado. En mi recuerdo éramos más de cien personas con la complicidad que tienen los hinchas de un mismo equipo de fútbol, juntándonos a ver una final.

Antes de la proyección hubo lecturas a cargo de jóvenes autoras, entre ellas Tamara, que entonces había publicado solo su primer libro de poemas Reconocimiento de terreno en la editorial Pánico el Pánico. Mientras leía algunos fragmentos, se me instalaba en la cabeza la idea de que, salvando las distancias entre su Once y mi Villa Crespo, todo lo que contaba se parecía un poco a mi vida. Quizás ese libro fue el más coming of age de toda su obra. Tamara creció, su obra también, y nosotras junto a ella. Perdí la cuenta de cuántas veces encontré en sus textos palabras para pensar mis propias experiencias.

La última actriz no es la excepción. En su segunda novela (editada por Seix Barral en el 2024) la autora toca algunos de los “Grandes Temas”: ¿Una chica buscando su identidad? Check. ¿La búsqueda de la vocación (en este caso artística, un poco frustrada y siempre bordeando la cuestión)? Check. ¿La tensión entre tradición y modernidad, especialmente en el contexto de la cultura judía argentina? Check. ¿El papel del cuerpo y el deseo en la construcción de la identidad? Súper check. Con todos eso construye un relato que entreteje dos historias separadas por décadas, pero unidas por el teatro judío argentino. 

En la historia hay dos protagonistas: una del presente cercano y otra del pasado. La de ahora, Sabrina, es una investigadora del Conicet cuyo proyecto doctoral se centra en la disolución del teatro ídish en Argentina. Ella quería ser actriz, pero termina recorriendo el camino académico, donde encuentra un nuevo propósito en la investigación histórica. Su búsqueda se complica cuando descubre que la mayoría de los documentos necesarios para su investigación fueron destruidos en el atentado terrorista contra la AMIA en 1994. En el medio, como un diario posmoderno -que incluye intercambio de mails-, aparecen amores, desamores, enrosques con los vínculos y las jerarquías; esas cosas a las que le dedicamos tanto tiempo y energía. Las historias se conectan cuando un coleccionista le facilita una caja que contiene el diario de Jana, una joven actriz del teatro ídish en el Buenos Aires de 1960. Este descubrimiento funciona como un puente temporal: la figura de Jana se convierte en una obsesión para Sabrina. 

Más allá de la narrativa, Tenenbaum tiene la capacidad de recuperar cierta memoria histórica con un tono más cercano a los culebrones de radioteatro (o las novelas de Manuel Puig), que al hermetismo de un ensayo académico. Creo que el erotismo fue el sonido de fondo que hizo que no pudiera soltar el libro hasta el final. Así integra elementos documentales y ficcionales creando una atmósfera que difumina los límites entre investigación con el ritmo fluido de una neurosis. Confieso que al terminar googleé un buen rato para entender qué era verdad y qué era ficción.

Hoy Tamara Tenenbaum (Buenos Aires, 1985) ya es tan famosa que no hace falta googlearla para saber quién es. Escribió y opinó sobre muchos temas, como buena millenial; pero a diferencia de un millenial de a pie, ella alcanza una profundidad (o vuelo, en la dirección que prefieran) y cierto rigor que la separa varios pueblos, ciudades, países y continentes de la opinología general. Y además es una gran escritora. En un capítulo de Girls, aquella serie que compartimos, Lena Dunham declara que quiere ser la voz de su generación. Después de unos cuantos libros, toneladas de capítulos de podcasts, cientos de columnas de opinión y varias obras de teatro, me pregunto si Tamara no es —por lo menos— una de las voces de la mía.

  • Maia Minovich

    Es gestora cultural con más de 15 años de experiencia en el sector independiente y público. Fue co-fundadora y Directora de Contenidos del Club Cultural Matienzo, y participó en la creación y producción de numerosos proyectos artísticos emergentes. Se desempeñó como asesora en el Ministerio de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires. Actualmente está al frente de MAM, una consultora en gestión y comunicación para industrias creativas, dirige el área de Comunicación del Centro Cultural 25 de Mayo, y es Directora Ejecutiva de AJLA.

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