(Leia a nota em português abaixo.)
AJLA conversó con las cinco personas al mando de la obra total que revoluciona la cultura judía y sus vínculos con la brasilidad: Gabriel Neistein (director artístico), Alex Parke (director musical), Fernanda Sardas (productora), Arthur Telles (director teatral y dramaturgo) y Beatriz Kalichman (logística y administración).
Siempre se dice que por cada dos judíos hay tres opiniones, pero ustedes lograron conformar una gran organización tejiendo los distintos proyectos de cada integrante. ¿Qué es el Bloco Klezmer del Bom Retiro, cómo lograron unirse y qué los mantiene juntos?
Gabriel: En 2019 formamos la banda Klezmer Três Rios con Alex. Ese fue el inicio de esta escena klezmer, y desde entonces nos hemos estado alimentando mutuamente. Y el Bloco es esta costura más grande. Además, yo vivo en Bom Retiro y mi casa es como la sede del klezmer, entonces mi papel es también colocar al klezmer ahí en el barrio, que es como el Once para ustedes en Buenos Aires.
Beatriz: El Bloco fue una idea un poco de carnaval, de borrachera: yo trabajaba organizando otro Bloco, y Alex, Gabriel y Fernanda estaban tocando ahí sin ser parte y fui a echarlos. Y empezamos a hablar.
Gabriel: Hablamos de la cultura diaspórica judía como una cultura formada a partir del encuentro con el entorno. El ídish es un idioma que mezcla elementos del hebreo, del alemán, del ruso y del eslavo, y a partir de ese diálogo se genera una lengua judía. El klezmer también tiene esto, porque es un encuentro de los sonidos de la música balcánica, de la música gitana, con elementos del sentimiento judío.
Arthur: El klezmer no es solo cultura judía, sino de la región de donde surgió, porque allí había más gente huyendo de ciertas situaciones. Pasaron por ahí y dejaron su acordeón en el shtetl… que no es un instrumento judío. También el violín se quedó allí.

¿Cómo dialoga esta música antigua con el mundo contemporáneo?
Fernanda: La idea era difundir la cultura ídish de una manera que cautive a los jóvenes, que están distanciados de ella, y que también abrace a las personas mayores que han perdido esta tradición. Además, resignificar algunos ritmos, porque el bloco no es solo klezmer: en esta salida combinamos el carnaval y sus ritmos brasileños (frevo, marcha, forró) con el klezmer. Hay un espacio aquí donde nosotros, como diáspora brasileña, podemos abrazar esta cultura dándole nuestro propio toque.
Gabriel: Nuestro lugar no es el de un grupo etnomusicológico que haga música klezmer como se tocaba en el siglo XVIII. En cambio, estudiamos esto e incorporamos lo más que podemos para poder expresar nuestra identidad como judíos brasileños.
Alex: Me gusta pensar que tenemos el objetivo de crear un shtetl imaginario, que existe dentro de la cabeza colectiva de todos, judíos o no judíos. El trabajo que intentamos realizar construye un imaginario donde existen las historias rabínicas, el klezmer, los dibbuks. Utilizamos fuentes tradicionales para desarrollar algo contemporáneo.
Fernanda: Abrazamos la cultura, la música, la comida, la palabra, la danza, el teatro, la arquitectura, el urbanismo y las relaciones humanas con el barrio. Y también está el aspecto religioso: por ejemplo, en esta salida teníamos la idea de una boda tradicional.
¿Y cuándo entra el carnaval en ese proceso creativo?
Gabriel: Finalmente nos encontramos en el carnaval… Y ahí vino el salto, la razón de ser y la adhesión colectiva, lo que nos moviliza como brasileños a estar en las calles, a asistir a los ensayos, a querer salir a desfilar y desarrollar un repertorio, y a estar juntos. Entendimos el carnaval, que es un elemento típicamente brasileño, como un marco donde ese contenido y esa cosa judía diaspórica podían casarse y tener esa unión. Gracias a eso pudimos formar esta comunidad. Hace dos años nos empezamos a reunir, y tuvimos que ir muy poco tras los artistas; ellos vinieron a buscarnos.
Arthur: El carnaval terminó convirtiéndose en un patio de juegos donde experimentar, y tiene mucho que ver con la cultura klezmer. Tanto es así que pensamos que íbamos a tener que combinar un klezmer con un frevo, una canción brasileña de carnaval, de lo contrario seríamos unos tontos. Y salió una canción que era tan perfecta que parecía que ya existía de antes. Se trata de Heymisher Bulgar y Vassourinha, que son canciones que cuando se tocan una encima de la otra, ni siquiera te das cuenta de que tocaste un klezmer dentro de un frevo y un frevo dentro de un klezmer. Para mí, esto es el resultado de una investigación que dio sus frutos.
Gabriel: Hay un término que siempre me gusta utilizar: afinidades electivas. Hay académicos aquí en Brasil que intentan trazar un origen común entre el judaísmo y el Brasil colonial. Y muchas veces esta arqueología histórica tiene algunas cosas un poco forzadas. Nosotros no tenemos ese deseo de hacer arqueología, sino que es una afinidad electiva: elegimos tomar lo judío y lo brasileño solo porque somos judíos brasileños. Hay muchos judíos brasileños que no practican el judaísmo, y hay muchos judíos brasileños que no practican la brasilidad. Queremos ambos. Entonces elegimos esto.
Aquí en la Argentina, el tango era algo para gente mayor y hubo un resurgimiento y los jóvenes empezaron a adoptarlo. En su caso, ¿la cultura ídish ya era parte de sus familias o fue algo que tuvieron que descubrir?
Fernanda: En mi caso, mi familia es sefardí, y mi comprensión más profunda del klezmer llegó en gran medida gracias a Alex —es mi novio, llevamos juntos ocho años—. Entonces, su proceso de descubrimiento tuvo un gran impacto en mí.
Arthur: Para mí el judaísmo era una cosa hebrea. El idish era algo que hablaban los jasidim, y en la comunidad donde hice mi bar mitzvá rezamos todo en hebreo. Pero luego llegaba a casa y mis abuelos ponían un CD de klezmer, y yo pensaba que una cosa no tenía nada que ver con la otra. Quería conocer a esos músicos, pero para mí estos tipos solo vivían en Rusia, en Rumania, ¿sabes? Entonces, el klezmer es algo que he escuchado desde que era niño, pero no sabía que había gente que tocaba en São Paulo. Hace un año descubrí que había un Bloco Klezmer y pensé: “¡Wow! Finalmente, después de 25 años de búsqueda, lo encontré”. Y me uní.

¿Cómo es el barrio de Bom Retiro y por qué es importante para ustedes?
Gabriel: Bom Retiro tiene la dualidad de ser céntrico pero conservar un ambiente de barrio, al estar entre el río y las vías del tren, que lo separa del centro. Y esa condición atrajo a muchos inmigrantes —está justo al lado de la estación Luz, que es como Retiro en Buenos Aires, y había muchas industrias por estar cerca del río—. Primero llegaron los italianos. Luego, en 1908 se inauguró la primera sinagoga del barrio y comenzaron a llegar judíos de diversas regiones de Europa del Este. Así pues, aquí tenemos sinagogas lituanas, húngaras, besarabias, polacas… Y las comunidades mantuvieron sus costumbres: la comunidad lituana hablaba un ídish «litvak», los húngaros todavía tienen la costumbre de empezar el Shabat más tarde… Se conservan muchas costumbres hasta hoy.
La comunidad judía fue muy intensa, con mucha convivencia y construcción. La arquitectura actual del barrio existe en gran medida gracias a los arquitectos y empresarios judíos que construyeron los edificios. La industria textil es lo que movía —y mueve— el barrio; todo el mundo tiene a alguien en la familia que era dueño de una fábrica de lencería o de ropa infantil. Y a partir de los años 60 y 70, los judíos empezaron a ganar más dinero y salieron de Bom Retiro hacia otras zonas de la ciudad. Entonces, hubo una diáspora judía en São Paulo. Los judíos vendieron las fábricas a los coreanos y hubo un reemplazo de inmigración. Ahora es muy conocido como barrio coreano. El consulado de Corea está tratando de crear un Coreatown ahí, pero desde 2021 busco debatir ese proyecto, porque no es un barrio exclusivamente coreano. Y tampoco judío: decimos que Bom Retiro es nuestro Yiddishland, pero tenemos consciencia de que es un barrio multicultural, porque también hay griegos, bolivianos y paraguayos, que son los más recientes aquí. Y los judíos que viven aquí hy en día son más ortodoxos, pero son muy cerrados, no tienen esa inserción con las otras culturas, ellos… casi no se entienden como brasileños.
Y la generación de judíos que estaba aquí de antes está muriendo. Por ejemplo, yo venía a Bom Retiro a pasar Shabat durante toda mi infancia hasta que mi abuela falleció en 2020. En la época en que ellos estaban vivos, se escuchaba un CD de klezmer, se hablaba ídish, la cultura judía estaba en el aire, pero después que murieron nadie la estaba materializando. Entonces, la cultura del ídish es muy frágil y depende de las personas —gran parte de esa fragilidad se debe también a la Shoá, pero también al sionismo, porque entre los años 50 y 70, el klezmer y el idish fueron dejados de lado en todo el mundo—.
Beatriz: Hay incluso esa idea de que damos demasiado énfasis a las migraciones, como si Bom Retiro siempre se definiera como un barrio judío, o un barrio coreano, un barrio boliviano. A veces acaba quitándole espacio a la cultura brasileña, como si solo las culturas venidas de afuera dieran nombre al barrio, como si no hubiera una historia brasileña. En ese sentido, al ser un Bloco de carnaval, es muy interesante reunir estas cosas de una manera que también permita traslucir una identidad brasileña.
Mi familia perdió el ídish en el intento de que una nueva generación se entendiera como brasileña, porque no podían concebir una identidad ashkenazí y brasileña a la vez. Y el Bloco permite que estas dos cosas existan juntas sin tener que cancelarse entre sí. Lo cual es en verdad una mentalidad muy… diásporica. Y un pensamiento que también acepta a Brasil como identidad. No es que solo existan identidades migrantes y Brasil sea una pizarra en blanco. Acepta lo que tenemos aquí, valóralo. Y creo que eso es lo que realmente me motivó a venir al Bloco y a Bom Retiro.

¿Qué fue el evento del pasado domingo?
Alex: La salida del Bloco es una procesión que preparamos con mucho esmero a lo largo de todo el año. Y a diferencia del año pasado, no solo tuvimos música sino una narrativa que la atravesó y que fue la unión del Klezmer con el Carnaval de São Paulo.
Gabriel: Además, este año logramos expandir esto aún más, uniendo el teatro, lo visual, el diseño y la gastronomía —durante la salida, Arthur regaló pepinillos, vodka y jalapeños a todos—, junto con el canto, las letras, las palabras. También la parte arquitectónica: una lectura del barrio que derivó en el mapa del recorrido que haríamos.
¿Cómo fue el evento?
Gabriel: Empezamos con una doina, que es una improvisación más bien introspectiva. Luego salimos y hubo un discurso introductorio. Arthur desempeñó el papel de un Badkhan, que es un maestro de ceremonias que era un talmid jajam, un tipo que sabe, que tiene visiones y enseñanzas éticas.
De ahí caminamos hasta una plaza donde hicimos una escena. Es un lugar donde históricamente los judíos se alojaban, comerciaban, se negociaban matrimonios o billetes de barco. Luego continuamos tocando más canciones, y lo siguiente fue la escena del encuentro, cuando el Carnaval se encuentra con el Klezmer, con dos actrices que encarnaron estas dos entidades.
Y luego seguimos tocando y caminando —fue un Bloco de tres horas sin pausas, una canción tras otra— hasta que llegó el final: la boda. Entramos a una Jupá gigante y allí se realizó la ceremonia, dirigida por la maestra Hugetta Sendacz. Ella tiene 99 años y es la transmisora de todo lo que era el ídish en los años 40 y 50. Ella tenía unos 20 años en esa época y fue quien hizo de puente entre los tiempos. Vivió ese Bom Retiro antiguo y hasta el día de hoy sigue siendo la directora del coro tradicional, que hace 30 años canta exclusivamente en ídish.
Arthur: Solo para dar un poco de contexto, en Carnaval aquí puedes elegir cualquier cosa para hacer un bloco. Puedes hacer el bloco del saxofón amarillo: entonces solo hay un saxofón amarillo y ese es el tema y está todo bien. No necesitas contar una historia. Fue nuestra elección hacer esto. Y no es que sea más o menos cool, podríamos simplemente hacer el loco bloco klezmer, ¿sabes? Pero esta historia adquirió tales proporciones que al final dijimos: ¡Dios mío, hemos logrado unirla de principio a fin! Pero eso es todo, un día podremos hacer el Bloco Klezmer con una sandía en la cabeza, y será válido para el carnaval brasileño. Eso es lo más genial de todo. Ah, y el año que viene volveremos a salir con Hugetta, ¡que cumplirá 100 años!

¿Cómo lo vivieron ustedes y qué repercusiones tuvo?
Alex: Superó todas las expectativas. Fue absolutamente épico. Honestamente, no hay forma de que pueda salir mal, porque estamos trabajando con una raíz klezmer-ídish en lo musical, lo teatral, lo lingüístico, lo comunitario. Y si utilizamos nuestra cultura judía, tendremos éxito, porque es rica y tiene ese contenido que abraza la calle de una manera muy buena.
Arthur: Cuando me alejé un poco para mirarlo desde afuera, pude ver a la banda representando toda esa historia y me di cuenta de que a la gente de nuestra edad hay que explicarle un poco, pero para la gente mayor o los que tienen alguna conexión con Bom Retiro, algún tío abuelo que vivió allí, no es necesario ni abrir la boca: la gente ya conoce la historia que contamos, y tal vez la entendieron más que nosotros.
Gabriel: Ese es un hecho relevante, porque nuestra comunidad es intergeneracional.
Alex: Y en la calle también, había gente mayor y jóvenes de 15, 25 o 35 años.
Gabriel: El éxito esta vez fue que logramos atraer a más jóvenes. Honestamente, hemos estado tocando desde 2019. Nuestro público clásico son personas mayores de 50, llenamos los teatros con señoras a las que les gusta el klezmer. Eso es muy fácil, lo hacemos hace años, pero esta vez conseguimos, a través del carnaval, atraer a mucha gente de 20 o 30 años, que vino a disfrutar y a vivir el klezmer.
Arthur: Incluso, el personaje que era la casamentera —Marina, mi novia— logró formar parejas entre jóvenes, que se conocían y se besaban ahí. ¡Eso es muy brasileño! Y en un momento se cansó y dejó de hacerlo, y la gente venía a preguntarle, ¿y dónde está la pareja para mí? Eso fue una locura.

¿Todos tuvieron una buena recepción, o también se encontraron con expresiones antisemitas o con críticas de personas judías? Me refiero tanto el domingo mismo como durante el proceso de creación a lo largo del año.
Gabriel: Para nada. Había mucha gente preocupada: “Habrá muchos judíos en las calles, tenemos que llamar a la federación, llamar a seguridad”. Yo propongo no llamar a nadie. Porque creo que este tipo de acciones son la herramienta más poderosa contra el antisemitismo, más que construir muros impermeables o sinagogas a las que nadie pueda entrar. Creo que esta cuestión de no poder acceder al judaísmo es la gran fuerza impulsora detrás de la imaginación antisemita. El hecho de que estemos en la calle, llevando elementos y experiencias judías al espacio público, en un barrio tan acogedor… Porque no estamos haciendo esto en cualquier lugar de la ciudad. Si fuera una región de São Paulo que no tuviera nada que ver con el judaísmo, podría haberse generado algo, pero nuestro barrio nos acoge, ensayamos, vamos a la misma panadería todos los meses, a la plaza… La gente sabe quiénes somos. Entonces para nosotros la seguridad es la comunidad.
Y luego, por ejemplo, los judíos ortodoxos no participan, lo hacemos los domingos para que puedan participar, pero no vienen. Esa posibilidad de diálogo no se da, pero igualmente les gusta. Yo rezo con ellos, porque para Shabat voy a la sinagoga jasídica, y les cuento que hago klezmer, hablo del Bloco, y les parece bien. Simplemente no vienen, pero creen que es bueno.
¿Cuál es el futuro del Bloco Klezmer do Bom Retiro?
Beatriz: Fuimos seleccionados en una convocatoria de ideas para mejorar Bom Retiro que organizó Casa do Povo, una institución del barrio que tiene historia judía. Entonces, unimos fuerzas con un grupo llamado Samba do Bule y con la gente del Carnaval boliviano. Y el 15 de marzo vamos a hacer un evento juntos en un teatro del barrio. Será primero una conversación donde hablaremos del barrio, el carnaval y la dinámica de los blocos. Y luego vamos a hacer una presentación musical en la que cada grupo va a tocar sus canciones. Y va a haber un final que a mí personalmente me emociona mucho, en el que aprenderemos canciones unos de otros y tocaremos todos juntos con los diferentes instrumentos. ¡Y entonces tal vez pensemos en tomarnos unas vacaciones!
Gabriel: El Bloco es un grupo abierto y nos gustaría que gente de Argentina, Uruguay y toda Latinoamérica pueda venir y disfrutar el carnaval con nosotros el próximo año.
Fernanda: Esperamos ver a este grupo continuar por muchos años más, para poder festejar el bar mitzvah del grupo, luego sus 25 o 50 años, y que ya no seamos nosotros quienes dirigimos el grupo, sino otra generación.
Arthur: ¡Quiero ver a mis hijos tocando en este bloco!
Fernanda: Quiero contarles algo interesante, encontré una nota en un periódico y descubrí que el mismo día que salió nuestro Bloco a las calles, pero 95 años atrás, el 23 de febrero de 1930, mi abuelo salió con su grupo de carnaval en Río de Janeiro, el grupo de flautistas. Es realmente hermoso, ¿sabes?
Traducción y corrección: Julia Benseñor
Fotografías: Guigo Berger

Entrevista: Bloco Klezmer do Bom Retiro
O carnaval, em iídiche
No dia 23 de fevereiro, um peculiar bloco de carnaval desfilou pelas ruas do bairro paulistano do Bom Retiro. Lá, ritmos pernambucanos foram sobrepostos a melodias balcânicas, enquanto um Badkhan distribuía picles e uma maestrina iídiche de 99 anos oficiava uma cerimônia de casamento entre Klezmer e Carnival. Era a “saída” do Bloco Klezmer do Bom Retiro, coletivo formado por cerca de 40 pessoas — 20 músicos e cinco atores e atrizes, além de produtores, cozinheiro, designers, arquitetos, poetas e iidichistas — que realizam uma pesquisa aprofundada sobre um bairro mítico de São Paulo. Foi assim que eles criaram as três horas mais épicas da cultura judaica na região.
A AJLA conversou com os cinco responsáveis pela obra completa que revoluciona a cultura judaica e seus laços com o Brasil: Gabriel Neistein (diretor artístico), Alex Parke (diretor musical), Fernanda Sardas (produtora), Arthur Telles (diretor teatral e dramaturgo) e Beatriz Kalichman (logística e administração).
Sempre se diz que para cada dois judeus existem três opiniões, mas vocês conseguiram formar uma grande organização unindo os diferentes projetos de cada membro. O que é o Bloco Klezmer do Bom Retiro, como surgiu e o que os mantém unidos?
Gabriel: Em 2019, com Alex formamos a banda Klezmer Três Rios, esse foi o início dessa cena klezmer que a gente começou há quase seis anos atrás. E desde então a gente tem alimentando essa comunidade e o bloco foi essa maior costura. Além disso, eu moro no bairro e minha casa é como se fosse o quartel-general do Klezmer, então a minha relação com o Bloco é situar o Klezmer aqui no Bom Retiro, que é como se fosse o bairro do Once para vocês no Buenos Aires.
Beatriz: Foi um pouco uma ideia de carnaval, de bêbado. Eu conheci o Alex, o Gabriel e a Fernanda num outro bloco que eu organizava, a gente estava tocando no bloco sem ser músicos e eu fui expulsar eles. E a gente começou a conversar.
Gabriel: Nós concebemos a cultura diaspórica judaica como uma cultura formada a partir dos encontros com o entorno. O Yiddish é uma língua que mistura elementos do hebraico, do alemão, do russo, do eslavo, e, a partir desse diálogo, é gerada uma língua judaica. O Klezmer também tem isso, um encontro de sonoridade da música Balkan, da música cigana, com elementos de um sentimento judaico.
Arthur: Não é só cultura judaica, mas cultura dessa região onde surgiu, porque tinha mais gente fugindo de algumas situações, gente que passava por ali e deixava a sanfona lá no shtetl, que não é um instrumento judaico. Também o violino ficou lá.
Como essa música antiga dialoga com o mundo contemporâneo?
Fernanda: A ideia era que a gente consiga disseminar a cultura ídish de uma forma que cative jovens, que estão distanciados disso, e que também abrace as pessoas mais velhas que perderam essa tradição. Também, ressignificar alguns ritmos, porque o Bloco não é só Klezmer: esse carnaval foi a junção do carnaval e seus ritmos brasileiros (frevo, marcha, forró) com o Klezmer. Existe aqui um espaço da gente poder, como diáspora brasileira, abraçar essa cultura também com o nosso toque.
Gabriel: Nosso lugar aqui não é um grupo etnomusicológico que faz a música Klezmer como era tocada no século XVIII. A gente estuda isso e incorpora o máximo que a gente consegue para expressar nossa identidade como judeus brasileiros.
Alex: Eu gosto de pensar que a gente tem o objetivo de desenvolver um shtetl imaginário, que existe dentro da cabeça coletiva de todo mundo, judeus ou não judeus. O trabalho que a gente faz aqui desenvolve esse imaginário, onde existem as histórias rabínicas, o klezmer, os dibbuks. A gente usa fontes tradicionais para conseguir desenvolver algo contemporâneo.
Fernanda: A gente abraça a cultura, a música, a comida, a fala, a dança, o teatro, a arquitetura, a urbanidade e as relações humanas com o bairro. E o aspecto da religião também: por exemplo, nessa saída, a gente fez a ideia ali daquele casamento tradicional.

E quando o carnaval entra nesse processo criativo?
Gabriel: A gente se encontrou no Carnaval… E aí temos o salto, um motivo e uma aderência coletiva, que mobiliza o brasileiro a estar na rua, a frequentar ensaios, a querer sair e querer desfilar e desenvolver um repertório, e estar juntos. O carnaval, que é um elemento tipicamente brasileiro, a gente entendeu como um momento e um marco onde esse conteúdo e essa coisa judaica diaspórica poderiam se casar e ter essa união. Através disso a gente conseguiu formar essa comunidade. Então, começamos a juntar pessoas. A gente teve que ir muito pouco atrás de artistas: os artistas foram vindo e querendo.
Arthur: O carnaval acabou virando um parquinho para a gente se divertir em cima da nossa proposta, porque ele tem super a ver com a cultura klezmer. Tanto que achamos que teríamos que combinar um klezmer com um frevo, uma música brasileira de carnaval, senão sería bobagem. Aí na hora que surgiu essa música que ficou tão perfeita que parecia que ela já existia antes. Que é o Heymisher Bulgar e a Vassourinha, que são músicas que na hora que tocam uma em cima da outra, você nem percebe que tocou um klezmer dentro de um frevo, e um frevo dentro de um klezmer. Isso, para mim, é o resultado de uma pesquisa que deu certo.
Gabriel: Tem um termo que eu sempre gosto de usar: afinidades eletivas. Tem pessoas aqui no Brasil que tentam traçar uma origem comum do judaísmo com o Brasil colonial. Muitas vezes essa arqueologia histórica tem algumas coisas um pouco forçadas. Nós não temos essa vontade de fazer uma arqueologia, mas somos eletivos, a gente escolhe pegar a coisa judaica e a coisa brasileira porque nós somos judeus brasileiros. Tem muitos judeus brasileiros que não praticam o judaísmo. E tem muitos judeus brasileiros que não praticam a brasilidade. Nós queremos os dois. Então, a gente escolhe isso.
Aqui na Argentina, o tango era algo para pessoas mais velhas e houve um renascimento e os jovens começaram a adotá-lo. No seu caso, a cultura iídiche já fazia parte da sua família ou foi algo que vocês tiveram que descobrir?
Fernanda: No meu caso, a minha família é sefaradi, e conhecer mais a fundo o klezmer veio muito por conta do Alex —é meu fiancé, a gente já tá juntos há oito anos—. Então, a fase de descoberta dele respingou muito em mim.
Arthur: Para mim o judaísmo era uma coisa hebraica. O idish era uma coisa que os jasídicos falavam, e no lugar que eu fiz o meu bar mitzvah, a gente rezava tudo em hebraico. E aí eu chegava em casa e meus avós colocavam um CD de Klezmer. Eu achava que não tem nada a ver uma coisa com a outra. Eu queria conhecer esses caras, mas pra mim esses caras só moravam lá na Rússia, na Romênia, sabe? Klezmer é uma coisa que escuto desde criança, mas eu não sabia que tinha pessoas que tocavam Klezmer no São Paulo. Descobri que havia um Bloco Klezmer há um ano e eu fiquei como, uau! Finalmente, depois de 25 anos procurando, eu o encontrei. E decidi participar.
Como é o barrio do Bom Retiro e por que é importante para vocês?
Gabriel Neistein: Bom Retiro tem a dualidade de ficar no centro mas também preserva uma atmosfera de bairro, porque fica entre o rio e a linha de trem, que o separa do centro da cidade. Então essa condição trouxe muitos imigrantes — por ficar perto da estação da Luz, que é como se fosse a estação Retiro de Buenos Aires, e por estar perto do rio, também tinha muitas indústrias—. Antes dos judeus, tinham os italianos. Depois, a primeira sinagoga do bairro foi aberta em 1908, a que fiz meu Bar Mitzvah, e os judeus começaram a chegar de várias regiões do leste da Europa. Então, a gente tem aqui sinagoga lituana, húngara, bessarábia, polonesa… E as comunidades mantinham seus costumes. A comunidade lituana falava um idish «litvak», os húngaros até hoje têm o costume de começar o Shabbat mais tarde… Se preservam muitas coisas.
E os judeus criaram uma comunidade de muita intensidade, de muito convívio, de muitas construções. A arquitetura moderna do bairro existe hoje muito graças aos arquitetos e aos empreendedores judeus que construíram prédios.
A indústria têxtil é o que move o bairro até hoje. Todo mundo tem alguém na família que tinha uma fábrica de lingerie ou de roupa infantil. E a partir da década de 60, 70, os judeus começaram a ganhar mais dinheiro sair do Bom Retiro e a ir para outras regiões da cidade. Nesse momento, houve uma diáspora judaica em São Paulo. Os judeus venderam as fábricas para os coreanos, então houve uma substituição de imigração. Hoje em dia o bairro é conhecido muito por ser um bairro coreano. O consulado da Coreia tentou fazer um Koreatown, mas desde 2021 busco debater e questionar esse projeto, porque o Bom Retiro não é um bairro exclusivamente coreano, tampouco é um bairro judaico: a gente acha que Bom Retiro é a nossa Yiddishland, mas temos consciência que é um bairro multicultural, porque aqui também chegaram gregos, bolivianos e os paraguaios, os mais recentes que moram aqui. E os judeus que vivem aqui hoje em dia são mais ortodoxos, mas eles são muito reclusos, não têm essa inserção com as outras culturas… quase não se entendem como brasileiros.
Essa geração dos mais velhos judeus que ficavam no bairro, estão morrendo. Por exemplo, eu vinha fazer Shabat no Bom Retiro durante toda a minha infância até minha avó falecer em 2020. Então, na época em que eles estavam vivos, a gente ouvia um CD de klezmer, minha avó falava idish, a cultura ídiche estava no ar, mas como algo do passado que foi se perdendo. Então, a cultura ídiche é muito frágil e depende das pessoas —muito também por conta da Shoa, mas também do sionismo, no início do estado de Israel a cultura ídiche foi proibida, em função da cultura Hebraica, e isso afetou toda a produção cultural judaica nas diásporas, entre os 50 e os 70.
Beatriz: Tem inclusive a ideia de que a gente às vezes da muito destaque para as migrações, como se o Bom Retiro fosse sempre definido como um bairro judeu, ou um bairro coreano, ou um bairro boliviano. Às vezes acaba tirando espaço dessa cultura brasileira, como se só as culturas que viessem de fora pudessem dar nome ao bairro. Como se não tivesse uma história de ocupação brasileira. Nesse sentido, ser um bloco de carnaval, eu acho muito interessante para juntar essas coisas de um jeito que permita também uma identidade brasileira transparente.
Minha família perdeu o Yiddish na tentativa de uma nova geração se entender como brasileira, porque não conseguia entender uma identidade que fosse judaica do leste europeu e uma identidade brasileira ao mesmo tempo. E o Bloco permite justamente que essas duas coisas possam existir juntas e sem ter que se anular de um jeito. Que é muito próprio de um pensamento de diáspora mesmo. E um pensamento que aceita o Brasil também como uma identidade. Não é que só as identidades migrantes existem e o Brasil é uma tábua rasa. Aceita o que a gente tem daqui, valoriza isso. E eu acho que isso é uma coisa que me interessou muito para vir para o Bloco e para o Bom Retiro.

O que foi o evento do domingo?
Alex: A saída do Bloco foi um cortejo que a gente preparou com muito carinho durante todo o ano. Foi diferente do ano passado, a gente teve não só música klezmer, mas um enredo, uma narrativa que veio junto com a saída: o casamento do Klezmer com o Carnaval de São Paulo.
Gabriel: Além disso, neste ano, conseguimos expandir ainda mais isso, reunindo teatro, design e gastronomia —durante a saída, Arthur deu picles, vodca e jalapeños para todos— juntamente com canto, letras e palavras. Também a parte arquitetônica: uma leitura do bairro que culminou com o mapa da rota que faríamos.
Como foi o evento?
Gabriel: A gente começou com uma doina, que é uma improvisação assim… introspectiva. Depois a gente saiu e aí teve uma fala de introdução. Arthur fez uma figura do Badkhan que é um mestre de cerimônias, mas é um «talmid jajam«, um cara que sabe, que tem as visões e tem os ensinamentos éticos.
E a gente caminhou e depois parou numa praça e teve uma outra cena lá, que é um lugar onde os judeus historicamente ficavam, comercializavam, onde os casamentos ou as passagens de navio eram negociados… Depois a gente foi seguindo, tocando mais músicas, e depois teve a cena do encontro, quando o Carnaval se encontra com o Klezmer, e a gente tinha duas atrizes que deram corpo a essas duas entidades.
E depois continuamos tocando e caminhando. O roteiro foi longo, foram três horas de bloco. Sem parar. Uma música atrás da outra.
Até chegar o momento do casamento, que foi o final. E aí a gente entrou na Khupá gigante e ali se deu a cerimônia do casamento, com a regência da maestrina Hugetta Sendacz. Ela tem 99 anos e é a transmissora de tudo o que foi o Yiddish nas décadas de 40 e 50. Ela tinha uns 20 anos nessa época, e foi quem fez a ponte entre os tempos. Ela morou nesse Bom Retiro antigo e até os dias de hoje, ela continua sendo a regente do coral tradição, que canta exclusivamente em idish há 30 anos.
Arthur: Só para dar uma pequena contextualização, no Carnaval aqui você pode escolher qualquer coisa para fazer um bloco. Você pode fazer o bloco do saxofone amarelo: aí só tem saxofone amarelo e esse é o tema e tá tudo bem. Não tem problema, não precisa contar uma história. Foi uma escolha nossa fazer isso. E não é que seja mais legal ou menos, a gente podia só fazer o bloco Klezmer maluco, sabe? Mas essa história tomou uma proporção que no final a gente falou, meu Deus, a gente conseguiu amarrar do começo ao fim! Mas é isso, um dia podemos fazer o Bloco Klezmer com uma melancia na cabeça, que vai estar valendo dentro do Carnaval Brasileiro. Isso é o mais legal de tudo. E o ano que vem a gente vai sair de novo com a Hugetta, que vai fazer 100 anos.
Como você vivenciou isso e quais repercussões isso teve?
Alex: Superou todas as expectativas. Foi absolutamente épico. Sinceramente, não tem como dar errado, porque a gente está trabalhando de uma raiz klezmer-idish na frente musical, na frente teatral, na frente linguística, na frente de comunidade. Então, se usarmos a nossa cultura judaica, vai dar certo. Porque a cultura é rica e tem esse conteúdo que abraça a rua de uma maneira muito boa.
Arthur: Quando me afastei para olhar de fora, consegui assistir a banda fazendo a história toda e eu percebi que pra quem tem a nossa idade, a gente tem que explicar um pouco. Mas pra quem é um pouquinho mais velho e tem alguma relação com o Bom Retiro, algum tio ou avô que morou lá, você não precisa abrir a boca, o pessoal já entende, e talvez eles tenham entendido mais do que a gente, a história que a gente contou.
Gabriel: E esse é um fato relevante, que a nossa comunidade é multigeneracional.
Alex: E as pessoas que estavam na rua também: tinha pessoas de uma idade maior ou tinham jovens de 15, ou de 25, ou de 35.
Gabriel: Só que o sucesso dessa vez foi que a gente conseguiu trazer mais jovens. Honestamente, a gente toca desde 2019. O nosso público clássico são pessoas acima de 50 anos. A gente lota teatros com velhinhas que gostam de ver Klezmer. Isso é muito fácil, a gente já faz isso há muitos anos, mas dessa vez a gente conseguiu, através do carnaval, atrair a muitas pessoas de 20 anos, de 30 anos, muitos que vieram curtir e viver essa coisa do Klezmer no Bom Retiro.
Arthur: Até a personagem que era a casamenteira —a Marina, minha companheira— conseguiu fazer matches entre os jovens que se conheciam e se beijavam. E isso é muito brasileiro. E teve uma hora que ela parou de tentar fazer casal porque ela cansou, e veio gente pedir para ela, e aí? E cadê o meu? Isso foi uma loucura.
Todos foram bem recebidos ou vocês também encontraram comentários ou críticas antissemitas de judeus? Estou me referindo tanto ao domingo em si quanto ao processo criativo ao longo do ano.
GN: Não. Tem muita gente que fica preocupada: «Vão ter muitos judeus na rua, tem que chamar a federação, chamam à segurança». Eu faço questão de não chamar ninguém. Porque eu acho que esse tipo de ação que a gente faz é a ferramenta mais potente contra o anti-semitismo, mais que fazer muros impermeáveis ou sinagogas que ninguém pode entrar. Essa coisa de você não poder ter acesso ao judaísmo, eu acho que é o grande motor da imaginação anti-semita. O fato de a gente estar na rua, estar trazendo elementos e vivências judaicas para o espaço público, em um bairro tão acolhedor… Porque a gente não está fazendo em qualquer lugar da cidade. Se fosse uma região da São Paulo, que não tivesse nada a ver com o judaísmo, poderia ter gerado alguma coisa, mas o nosso bairro nos acolhe, a gente ensaia no bairro todo mês, a gente vai na mesma pastelaria, na praça, as pessoas sabem quem somos. Então pra gente, a segurança é a comunidade.
E depois, por exemplo, os judeus ortodoxos não participam, a gente escolhe domingo para eles poderem participar, mas eles não vêm. Essa possibilidade de diálogo não acontece, mas também eles gostam. Eu rezo com eles, eu vou à Sinagoga Jasidica fazer Shabat e eu falo que eu faço klezmer, eu falo do Bloco, e eles acham bom. Eles só não vêm, mas eles acham bom.
Qual é o futuro do Bloco Klezmer do Bom Retiro?
Beatriz: Ganhamos um edital de Casa do Povo —uma instituição do bairro que tem uma história judaica— de ideias para melhorar o Bom Retiro. Então, nós nos juntamos com esse grupo chamado Samba do Bule e com o pessoal do Carnaval boliviano. E a gente vai organizar um evento juntos no dia 15 de marzo num teatro no bairro. E a gente vai fazer uma roda de conversa, falando do bom retiro, do carnaval, das dinâmicas dos blocos. E depois vamos ter uma apresentação musical, em que cada grupo vai tocar um pouco da sua música e vai ter esse final, para o qual eu, pessoalmente, estou muito animada, em que todos vão aprender músicas uns dos outros e vamos tocar juntos com os diferentes instrumentos. E depois talvez a gente pense em tirar umas férias!
Gabriel: El Bloco é um grupo aberto e gostaríamos que pessoas da Argentina, Uruguai e de toda a América Latina viessem curtir o carnaval conosco no ano que vem.
Fernanda: A gente espera ver esse bloco saindo por mais vários anos, para a gente fazer o bar mitzvah do bloco, para depois comemorar 25, 50 anos, e que já não seja mais nem a gente tocando o bloco, e sim outra geração.
Arthur: Eu quero ver meus filhos tocando esse bloco!
Fernanda: E eu quero contar uma curiosidade, eu encontrei uma nota no jornal que, há 95 anos atrás, no mesmo dia que nosso bloco saiu às ruas, 23 de fevereiro de 1930, meu avô saía com o bloco dele no Rio de Janeiro, que era o bloco dos flautistas. Achei muito lindo, sabe?
Tradução e correção: Julia Benseñor
Fotografias: Guigo Berger

-
Agustín Jais (Buenos Aires, 1985) es artista y diseñador. Fundó el Club Cultural Matienzo, donde fue curador de exposiciones y director artístico de festivales y programas de residencia. Trabaja como consultor para organizaciones dedicadas a la educación judía y la inclusión social. Fue speaker en congresos internacionales, traductor de inglés y hebreo y docente de arte y cultura digital. Vivió en Jerusalem entre 2020 y 2023. Es presidente de AJLA.
Ver todas las entradas