“¿Por qué seguir hablando de amor? ¿Qué decir después de todos los que hablaron de amor? ¿Qué se puede seguir diciendo? Cada una de esas preguntas lleva en sí algo de la respuesta: el amor es un acontecimiento en el decir y, a la vez, no hay saber sobre el amor: nadie podría arrogarse saber qué es el amor. Sin embargo, ese no saber, esa inasibilidad, ese modo de escurrirse en el lenguaje sin poder detenerse en ningún lado, eso mismo es lo que empuja a escribir. Escribo, no para saber del amor, sino para mantenerlo insabido. Se escribe porque no se sabe, se escribe para no saber.”
— Alexandra Kohan, Y sin embargo, el amor
La primera mención a la festividad de Tu BeAv aparece en la Mishná. Como ese texto fundacional del judaísmo se disfraza de compendio legal, la lectura del pasaje dedicado a “la festividad del amor” suele obviar un detalle clave: la nostalgia.
Según la Mishná, en la luna llena del 15 de Av “a las tribus de Israel se les permitía mezclarse”. Suena romántico, pero ya era el pasado. La Mishná fue editada alrededor del 180 e.c., 110 años después de la caída del Segundo Templo. De esa época proviene la cita que recoge la Mishná un siglo después. Es de Rabán Shimón ben Gamliel, el líder del pueblo por linaje, escondido durante el asedio al Templo y asesinado durante su destrucción. Ya él hablaba en pasado: “No había mejores días para el pueblo de Israel que Tu BeAv”.
A través de los viejos dichos del bisnieto de Hilel, los sabios de la Mishná rememoran desde su exilio en la Galilea el tiempo en que Jerusalén y su templo estaban en pie y “las hijas de Jerusalén salían vestidas de blanco”, “bailaban entre las viñas” y eran elegidas por los chicos.
¿Cuán blanco era el vestido blanco de aquellas vírgenes que bailaban en Siló? ¿Nos persigue hace milenios el fantasma de que el amor era más simple tan solo una generación antes que la nuestra? ¿Qué escribimos cuando escribimos (sobre) el amor?
El amor ya va a llegar
La Mishná que se ponía nostálgica al hablar de Tu BeAv, en la poesía de Daniela Ema Aguinsky guía los rezos por un futuro con shiduj.
Salvo que esta cita de la Mishná que trae la poeta —y que supo ser un clásico de las invitaciones de casamiento— no existe. Pero si la cita original calaría más en un poema de autoayuda (“Cada persona debe decir: Por mí fue creado el mundo”), el cambio del mí al vos en la paráfrasis que hace el poema despierta un mundo de pasión. Alejandro Schonfeld reseñó el libro de Aguinsky así: “Cuando le presté Terapia con animales a mi papá, considerando que le iba a gustar la cuestión judaica, me dijo: ‘No sabía que era erótico’”.
Según el relato que Rabán Shimon ben Gamliel hacía sobre Tu B’Av en la Mishná, las mujeres danzantes de aquellas fiestas de la vendimia y el levante decían a sus pretendientes “por favor, joven, alza tus ojos y mira qué esposa has elegido para ti”. Aguinsky, en cambio, cierra los ojos para ser mirada por el que encienda sus próximas velas.
Vuelta por el universo
A diferencia de Aguinsky, el amor para Jesica Berman (Buenos Aires, 1988) no depende de un buen shiduj sino de que se alineen los planetas. Tampoco de cerrar los ojos e inventar un “vos” donde antes solo había un “por mí”. Acá, en “El universo conspiró para llegar a vos”, el vos aparece cuando entrecerramos los ojos y jugamos a encontrar sentido en las entrelíneas de un texto que ya no necesita de palabras para despertar el deseo.
Se trata entonces de encontrar. Para el surrealismo, el hallazgo fortuito era una de las mejores llaves para acceder al preciado inconsciente. En ese encuentro azaroso, en palabras de la crítica de arte Rosalind Krauss, “un emisario perteneciente al mundo exterior trae un mensaje que facilita al destinatario la comprensión de su propio deseo”. Cualquiera que se haya enamorado lo sabe: el amor nos revela más sobre nosotros mismos que sobre el objeto de nuestro amor.
Todo corazón
Por sobre todas las disciplinas, los surrealistas amaban la fotografía. Hablando de Man Ray, la misma Rosalind Krauss escribe: “El encuadre proclama que el aparato fotográfico posee la capacidad de descubrir y aislar lo que podríamos denominar la escritura permanente de símbolos eróticos del propio mundo, su automatismo incesante”. Su conclusión entonces —usando las palabras de André Bretón, líder autoproclamado del movimiento surrealista y autor de Amor loco— es que “la surrealidad sería la naturaleza convulsionada en una especie de escritura”.
En la obra anterior, de Jésica Berman, jugamos a buscar los restos de un texto perdido en el caos ordenado de una página; en esta, de Esteban Widnicky y Verónica Mastrosimone, vemos cómo la naturaleza se convierte a sí misma en un texto compuesto por un solo emoji <3. Y la tarea de los artistas es encuadrar para (d)escribir la realidad, práctica surrealista por excelencia.
La práctica fotográfica de Widnicky y Mastrosimone se remonta a los noventa, y desde 2005 trabajan juntos coordinando talleres de fotografía estenopeica con personas de pueblos originarios. Entonces viajan, y en Corazones encontrados recopilan sus hallazgos, a medida que andan y buscan “una imagen sana y esperanzadora a nuestro alrededor”. Que, como sabemos, no abunda, pero no necesitamos situar a bucólicas doncellas bailando en los viñedos para ver a la naturaleza volviéndose un signo del romance. Como dice Krauss, la naturaleza escribe sus propios signos de amor. Por eso, para Widnicky y Mastrosimone, Corazones encontrados consiste en “acercarnos a la naturaleza y recobrar la relación con el descubrimiento”, en un gesto compuesto de imágenes “que se lanzan como mensajes dentro de una botella al mar con la esperanza de ser recogidas.”
Hasta la raíz
Para André Bretón, volver la naturaleza escritura (la “belleza convulsa”) «conduce al inconsciente en línea recta». Conduzcamos, entonces. Si uno de los métodos surrealistas era el hallazgo, otro era el que Dalí llamó “método paranoico-crítico”. Y Jonathan Krengel propone su versión moishe.
La obra lleva el título de una de las bendiciones del matrimonio, vuelta legendaria canción nupcial (“Que pronto se oiga en las calles de Yerushaláim: sonido de felicidad y sonido de alegría, voz de novio y voz de novia”). En la pintura de Krengel, las raíces desembocan en el símbolo del matrimonio, pero —en una excepción en su obra judía, por lo general más literal— la jupá está vacía y la sostiene un tronco talado. Arriba, el follaje se vuelve decididamente naif.
Dejamos para la próxima obra la tentación de sobreinterpretar, y en cambio, parados todavía en la superficie, en el tejido del talit, leemos otra vez a Krauss: “El surrealismo ha explorado la posibilidad de una sexualidad que no estuviese fundada en una idea de la naturaleza humana o de lo natural, sino que por el contrario estuviese fabricada, tejida de fantasmas y representaciones”.
Mimos son mimos
Krauss habla en la cita anterior de fabricar fantasmas, y lo cierto es que los monstruos ocupaban un lugar especial en surrealistas como Max Ernst, Leonora Carrington o el propio Bretón. Pero eso inconsciente que revela el monstruo no tiene por qué ser siempre ominoso.
Emilia Naistat trabaja alrededor de los monstruos y en esta instalación realizada a sus 21 años rompe la pared pero con ternura. “Una caricia puede tener muchas formas, colores, texturas. Me pregunto por la caricia, si sus posibilidades son infinitas. Esta que ves es la mía”, dice la artista. Quizás esa raya vertical sea una imagen genital, pero nosotros queremos leer un lápiz o crayón, una escritura que delimite algo propio dentro de lo potencialmente infinito del inconsciente.
¿Acaso no es cierto que, si Tu B’Av significa algo para algún judío, es solo porque, de todas las festividades del amor de todas las culturas del mundo, de esta puede decir, aun sin haberla celebrado jamás, que “es la mía”?
Somos dos para amar
De los infinitos lenguajes del amor, ¿a cuál suele llamar “el mío” Marcela Hoffer? Como para tantos judíos migrantes, en los collages de la artista argentino-estadounidense lo primero es la familia. Es así que donde aparecen vínculos, suelen ser: la bobe junto al zeide, la madre junto a la hija en un campo de flores, la amiga “que es como una hermana”.
Pero los personajes de su serie Two se conectan como se conectan los materiales disímiles que juegan juntos en el collage. Poner juntos a dos extraños es la fórmula del amor de novela, desde la bella y la bestia hasta la mujer de la tribu de Benjamín que sólo en Tu B’Av tiene permitido conocer a un hombre de la tribu de Judá.
De esta imagen decididamente surrealista nos intrigan el espacio negativo que forma los cuerpos, y el nombre: Autorretrato. ¿Amamos hasta que 2 become 1 o, como Narcisos enceguecidos por las estrellas, solo podemos amar al propio espejo? Según el relato de Rabán Shimón ben Gamliel en la Mishná, las mujeres danzantes de Tu B’Av salvaban a los hombres de caer en la trampa de Narciso diciéndoles: “No pongas tus ojos en la belleza, sino en una buena familia”.
Comerte entera
Como la obra anterior, esta pintura de Cynthia Cohen se apoya en la yuxtaposición de materiales disímiles, pero acá ya solo quedan Narciso y su espejo brillante. “El culto a las imágenes es tan antiguo como nuestra existencia en la tierra”, escribe la curadora Florencia Qualina sobre la obra de Cohen, y también: “Las pinturas de Cohen hablan del deseo, o mejor dicho, de la organización fabril que construye el deseo”.
¿Cuál era la organización fabril detrás del deseo en Tu B’Av? El propio Rabán Shimon ben Gamliel explica: los vestidos blancos eran «prestados, para no avergonzar a quien no tenía». Según el sabio, las chicas se intercambiaban los vestidos en una farsa diseñada para que los chicos no supieran quién era rica y quién no. Un baile de máscaras, como la obra de Cohen.
Pero volvamos ya no a los días que relata Rabán Shimon ben Gamliel, sino a los de su propia vida en el primer siglo de la era común. Roma avanza sobre una Jerusalén sitiada. El pueblo de Israel está dividido. Junto con Rabán Yojanan ben Zakai, el hijo de la Casa de David aboga por la moderación; en cambio, los zelotes están convencidos de que resistir es la única opción. Esa idea lleva a ese grupo, finalmente, al fanatismo terrorista: pasan a creer que la lucha armada es un deber sagrado, e incendian las propias reservas de alimentos para que la hambruna fuerce al pueblo judío a pelear. Fracasan: Yojanán se ve obligado a fingir su muerte para escapar en un ataúd y llegar hasta Vespasiano, el líder de las tropas romanas, a quien le pedirá que no asesinen a Rabán Shimon ben Gamliel cuando, inevitablemente, entren y destruyan la ciudad. (La hambruna, además de inmoral, ni siquiera fue nunca un buen arma de guerra).
Ese es Rabán Shimon ben Gamliel, el mismo que nos informa sobre un Tu B’Av que, para esa época, ya no existía más. ¿Habrá sido él mismo o el posterior editor de la Mishná el que puso en su boca que las mujeres danzantes de Tu BeAv decían, frente a los hombres de las otras tribus que salían a su encuentro, frases bíblicas que penalizan la belleza y el deseo? ¿Veía ya derrumbarse el majestuoso Templo cuando dijo que las mujeres recitaban el proverbio “La gracia es engañosa, y la hermosura es una vanidad, pero la mujer que teme al Señor será alabada”? No lo sabemos, y porque no sabemos pintamos, hacemos fotos, escribimos, decimos.
Alexandra Kohen: “La escisión entre decir y saber es acaso uno de los fundamentos del psicoanálisis. Poner en juego un decir es hacer fracasar lo que se sabe, (…) es hacer de los agujeros un lugar por donde puede empezar a respirar el deseo.”
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Agustín Jais (Buenos Aires, 1985) es artista y diseñador. Fundó el Club Cultural Matienzo, donde fue curador de exposiciones y director artístico de festivales y programas de residencia. Trabaja como consultor para organizaciones dedicadas a la educación judía y la inclusión social. Fue speaker en congresos internacionales, traductor de inglés y hebreo y docente de arte y cultura digital. Vivió en Jerusalem entre 2020 y 2023. Es presidente de AJLA.
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